Me encuentro desarrollando un e-book al servicio de uno de mis próximos programas de mentoría que se desarrollan para el próximo año. Así, resurgió en mi una experiencia que compartí en el libro y ahora comparto contigo. Escribiendo a propósito de los errores de programación que pueden afectar nuestra visión de las circunstacias, recordé y analicé el siguiente episodio: |
En la casa donde nací, había un piano. En ese entonces, finales de los ochenta y principio de los noventa, mandar a las niñas a estudiar piano era lo esperable. Y más si había un piano en la casa. ALGUIEN TENÍA QUE TOCARLO.
Entonces, me mandaron a estudiar piano y solfeo.
Así que dos veces por semana mi madre me dejaba en la casa de la profesora de piano para mis lecciones. Mi visión de la situación era terrible. Desde mi corta edad, mi profesora parecía muy vieja. Y digo MUY vieja… Tenía unos dedos larguísimos, un gato que se sentaba al lado de ella en el sillón, unos anteojos enormes y cara de mala.
Así que al poco tiempo empecé a odiar el piano. Mi madre me vestía con unos vestidos de tul muy suculentos, zapatos de charol y medias de nylon blancas para rendir los exámenes, y además me hacía una trenza cosida bien tirante que apenas me dejaba cerrar los ojos.
¿Cuál fue entonces mi visión a futuro?
Di por OBVIO que si seguía tocando el piano iba a ser una vieja soltera, con un gato, anteojos enormes y cara de mala, encerrada en una casa oscura.
Estaba clarísimo. Eso era un pianista. Punto.
Obviamente no tenía consciencia de la existencia de Freddy Mercury, Hugo Fattoruso, Charlie García o Fito Páez. Ni idea tenía que eso también se podía hacer siendo pianista. Si no tal vez mi entusiasmo hubiera sido otro.
¿Pero qué pasó con los años?
Aunque mi cultura musical se fue expandiendo y conocí a todos ellos y muchos más, cuando me nombraban un piano yo temblaba y decía “¡odio el piano” “¡qué embole!”.
Y la palabra pianista era sinónimo de vieja, mala, anteojos, gato, dedos largos, etc.
No importaba cuánto hubiera comprobado que esa no era la única opción. Mi programación inicial por lo que había vivido era tan fuerte que terminó determinando mi realidad al respecto.
Bueno, lo mismo pasa con la realidad como la concebimos. Está determinada por nuestras experiencias, buenas o malas, por las ideas que nos transmitieron como ciertas y por los acontecimientos que nos influenciaron en toda nuestra existencia.
Para los artistas este es un asunto complicado.
Todos lo vivimos.
Aquí hay algunos conceptos con los que crecemos y luchamos en nuestra etapa de formación:
- En este país del arte no se puede vivir
- Los artistas se mueren de hambre
- Si sos artista no te importa la plata
- De algo vas a tener que trabajar
- Hacelo como hobby, y buscate un trabajo normal.
- Tenés mucho potencial, ¿porqué no estudiás algo enserio?
- Los artistas son todos bohemios.
Estos y muchos más conceptos son parte de nuestro día a día. Conceptos que están basados en el miedo. El miedo de un padre o una madre cuando su hijo decide hacerse bailarín o actor, entonces va a ser un bohemio sin dinero. Y si elige ser bailarín es muy probable que se cuestione su sexualidad. Es el mismo miedo a que no sea aceptado como una persona “de bien” porque el oficio no está visto como algo serio.
Entonces, las programaciones basadas en el miedo pueden ser mortales.
¿Qué pasa cuando nos dejamos aplastar por ellas?
Pasa lo que muchas veces me toca ver desde mi lado como directora de una Compañía de enseñanza de artes escénicas: muchos jóvenes que empiezan con el entusiasmo de ser artistas, pero con el pasar del tiempo se sienten minimizados por su entorno y se auto convencen con el discurso “lo hago como hobby nada más, porque en realidad sé que de esto no voy a poder vivir”.
Aunque se mueran por vivir de ello. Aunque la sangre les corra más rápido cuando piensan en ello. La programación termina ganando. El miedo los hace retroceder.
En mi caso, cuando me decidí a entregarme por completo al oficio de actriz y acróbata, “asumí” que me entregaba a una vida de limitaciones económicas. Solo porque si. Porque los artistas no hacen dinero. Esto duró hasta que me lo cuestioné y me hice la pregunta que lo cambió todo…
¿QUIÉN DIJO QUE LOS ARTISTAS NO GANAN MUCHO DINERO?
Mi respuesta fue: mi madre, mi padre, mis tíos, mis abuelos, el diario y casos de artistas que no ganan mucho dinero. Así como casos de abogados que no ganan dinero. Escribanos que no ganan mucho dinero. Taxistas que no ganan mucho dinero, médicos, contadores, carpinteros y un sinfín… ¿Entonces?
Así que cambié mi programación y me propuse las dos cosas. Ser artista y vivir una vida de abundancia. Y eso es lo que defiendo y promuevo hoy a cada artista y aspirante a artista que viene a buscar mi ayuda.
Puedo llegar a ser muy molesta con las preguntas: ¿Según quién? ¿Y quién lo dice? ¿Y por qué? ¿Y por qué no? ¿Eso es lo que creés o lo que te dijeron?
Una vez que reconozcas tus patrones, tu programación y sus orígenes, te recomiendo hacerles una cruda evaluación y eliminar todo aquello que reconozcas como “basura mental”. Es decir, esos condicionantes que solo te limitan y te dibujan un panorama negativo sin fundamento real.
No digo que sea fácil. Pero sí digo que es el inicio de todo. Si no conocemos nuestro interior, imposible comenzar a edificar en el exterior.
¿Y qué pasó con el piano? Bueno, me desafié a renunciar a mi idea de piano malo y retomé mis estudios. ¡Resulta que no era tan horrible! De hecho… ¡me encanta!
Leticia Mato - Directora de Circomedia
Coordinadora del Programa de Mentoría.
Si ya sos emprendedor/a o sentís que es parte de tu esencia y querés incursionar en esta vida maravillosa, sumate a nuestra tribu de emprendedores. Nos va a encantar recibirte.
¡CLICK AQUÍ PARA COMENZAR A RECIBIR EL BOLETÍN DE LETICIA!
¿Querés ser emprendedor artístico y precisás ayuda? ¡Hacé lo que amas!
Entonces, me mandaron a estudiar piano y solfeo.
Así que dos veces por semana mi madre me dejaba en la casa de la profesora de piano para mis lecciones. Mi visión de la situación era terrible. Desde mi corta edad, mi profesora parecía muy vieja. Y digo MUY vieja… Tenía unos dedos larguísimos, un gato que se sentaba al lado de ella en el sillón, unos anteojos enormes y cara de mala.
Así que al poco tiempo empecé a odiar el piano. Mi madre me vestía con unos vestidos de tul muy suculentos, zapatos de charol y medias de nylon blancas para rendir los exámenes, y además me hacía una trenza cosida bien tirante que apenas me dejaba cerrar los ojos.
¿Cuál fue entonces mi visión a futuro?
Di por OBVIO que si seguía tocando el piano iba a ser una vieja soltera, con un gato, anteojos enormes y cara de mala, encerrada en una casa oscura.
Estaba clarísimo. Eso era un pianista. Punto.
Obviamente no tenía consciencia de la existencia de Freddy Mercury, Hugo Fattoruso, Charlie García o Fito Páez. Ni idea tenía que eso también se podía hacer siendo pianista. Si no tal vez mi entusiasmo hubiera sido otro.
¿Pero qué pasó con los años?
Aunque mi cultura musical se fue expandiendo y conocí a todos ellos y muchos más, cuando me nombraban un piano yo temblaba y decía “¡odio el piano” “¡qué embole!”.
Y la palabra pianista era sinónimo de vieja, mala, anteojos, gato, dedos largos, etc.
No importaba cuánto hubiera comprobado que esa no era la única opción. Mi programación inicial por lo que había vivido era tan fuerte que terminó determinando mi realidad al respecto.
Bueno, lo mismo pasa con la realidad como la concebimos. Está determinada por nuestras experiencias, buenas o malas, por las ideas que nos transmitieron como ciertas y por los acontecimientos que nos influenciaron en toda nuestra existencia.
Para los artistas este es un asunto complicado.
Todos lo vivimos.
Aquí hay algunos conceptos con los que crecemos y luchamos en nuestra etapa de formación:
- En este país del arte no se puede vivir
- Los artistas se mueren de hambre
- Si sos artista no te importa la plata
- De algo vas a tener que trabajar
- Hacelo como hobby, y buscate un trabajo normal.
- Tenés mucho potencial, ¿porqué no estudiás algo enserio?
- Los artistas son todos bohemios.
Estos y muchos más conceptos son parte de nuestro día a día. Conceptos que están basados en el miedo. El miedo de un padre o una madre cuando su hijo decide hacerse bailarín o actor, entonces va a ser un bohemio sin dinero. Y si elige ser bailarín es muy probable que se cuestione su sexualidad. Es el mismo miedo a que no sea aceptado como una persona “de bien” porque el oficio no está visto como algo serio.
Entonces, las programaciones basadas en el miedo pueden ser mortales.
¿Qué pasa cuando nos dejamos aplastar por ellas?
Pasa lo que muchas veces me toca ver desde mi lado como directora de una Compañía de enseñanza de artes escénicas: muchos jóvenes que empiezan con el entusiasmo de ser artistas, pero con el pasar del tiempo se sienten minimizados por su entorno y se auto convencen con el discurso “lo hago como hobby nada más, porque en realidad sé que de esto no voy a poder vivir”.
Aunque se mueran por vivir de ello. Aunque la sangre les corra más rápido cuando piensan en ello. La programación termina ganando. El miedo los hace retroceder.
En mi caso, cuando me decidí a entregarme por completo al oficio de actriz y acróbata, “asumí” que me entregaba a una vida de limitaciones económicas. Solo porque si. Porque los artistas no hacen dinero. Esto duró hasta que me lo cuestioné y me hice la pregunta que lo cambió todo…
¿QUIÉN DIJO QUE LOS ARTISTAS NO GANAN MUCHO DINERO?
Mi respuesta fue: mi madre, mi padre, mis tíos, mis abuelos, el diario y casos de artistas que no ganan mucho dinero. Así como casos de abogados que no ganan dinero. Escribanos que no ganan mucho dinero. Taxistas que no ganan mucho dinero, médicos, contadores, carpinteros y un sinfín… ¿Entonces?
Así que cambié mi programación y me propuse las dos cosas. Ser artista y vivir una vida de abundancia. Y eso es lo que defiendo y promuevo hoy a cada artista y aspirante a artista que viene a buscar mi ayuda.
Puedo llegar a ser muy molesta con las preguntas: ¿Según quién? ¿Y quién lo dice? ¿Y por qué? ¿Y por qué no? ¿Eso es lo que creés o lo que te dijeron?
Una vez que reconozcas tus patrones, tu programación y sus orígenes, te recomiendo hacerles una cruda evaluación y eliminar todo aquello que reconozcas como “basura mental”. Es decir, esos condicionantes que solo te limitan y te dibujan un panorama negativo sin fundamento real.
No digo que sea fácil. Pero sí digo que es el inicio de todo. Si no conocemos nuestro interior, imposible comenzar a edificar en el exterior.
¿Y qué pasó con el piano? Bueno, me desafié a renunciar a mi idea de piano malo y retomé mis estudios. ¡Resulta que no era tan horrible! De hecho… ¡me encanta!
Leticia Mato - Directora de Circomedia
Coordinadora del Programa de Mentoría.
Si ya sos emprendedor/a o sentís que es parte de tu esencia y querés incursionar en esta vida maravillosa, sumate a nuestra tribu de emprendedores. Nos va a encantar recibirte.
¡CLICK AQUÍ PARA COMENZAR A RECIBIR EL BOLETÍN DE LETICIA!
¿Querés ser emprendedor artístico y precisás ayuda? ¡Hacé lo que amas!