El Valor Emprendedor...(Y la historia del Bambú Japonés)

Suele emocionarme mucho conocer gente emprendedora, en cualquier oficio. El espíritu emprendedor usualmente es contagioso, hiperactivo, motivador y acelerador.
Por lo general, la gente emprendedora vive en un Universo paralelo donde los recursos disponibles no son de suma importancia como para el común de la gente. Eso es, porque saben que aunque los recursos no se ven, están. Entonces, sólo hay que hacer. Tomar acción. Emprender.
Podemos detectar esta gente al instante, sólo por escucharlos hablar y ver el entorno que los rodea. Que es un entorno particular y creado por ellos mismos. Nunca responsabilizan a los demás por sus condiciones actuales y siempre toman decisiones.
En el campo del Arte Escénico, un espíritu emprendedor es doblemente atractivo, porque el brillo del artista se suma a su actitud emprendedora y la fusión se vuelve fascinante.
Lo que a veces me entristece es que no son muchos los que tienen la perseverancia para hacer que ese impulso emprendedor sea de larga duración. Como directora de una compañía que recibe cientos de jóvenes estudiantes de arte escénico por semana, veo ese brillo y ese deseo todo el tiempo, y me encanta.
Entran con fascinación por el escenario, el circo, la danza, el teatro, luego las muestras y los ensayos. Suelen admirar a los profesores por su profesionalismo en el área que estudian y porque ya dedican su vida a ello. Es una energía que no se puede explicar con palabras, yo recibo esto todos los días, vivo de ello, y no lo cambio por nada del mundo.
Lamentablemente, con el pasar del tiempo, o simplemente con el despertar cada día en la rutina y las exigencias de la cotidianidad, esa motivación que hacía que todo pareciera posible, en muchos casos se va apagando.
Estas son algunas de las “razones” que me han sido planteadas textualmente en el camino a la deserción:
- “Es muy complicado vivir de eso en este país”
- “Me encantaría vivir de esto, pero es imposible”
- “Para vos es fácil, ya tenés una compañía” (cómo si la hubiera solicitado por delivery),
- “Mis padres dicen que ya se me va a pasar”
- “Mi familia no me apoya, dicen que me voy a morir de hambre”
- “Mi padre dice que espera algo mejor de mí. Que lo siga haciendo como hobbie”
- “Mis padres dicen que los artistas son todos bohemios”
- “Estoy preocupada, mi hija dice que quiere esto para su futuro porque quiere ser como ustedes. Les pido que hablen con ella y le expliquen que ustedes sí lo pueden hacer porque son profesionales” (Llamada telefónica de una madre desesperada)
Bien, podría seguir infinitamente, pero esto no es un artículo de anécdotas. Lo real es que esto sucede y afecta profundamente el sentido de vocación del futuro artista. Son los menos los que triunfan finalmente por su fuerte determinación, y son los menos todavía los que además cuentan con el apoyo familiar.
El mayor motivo de deserción, en segundo lugar después de la desmotivación y la presión familiar, es la falta de perseverancia. No solo porque lleva años la formación de una disciplina artística si no porque también lleva mucho tiempo e insistencia el éxito en cualquier emprendimiento, en cualquier oficio.
Cuándo me reprochan que “para mi es fácil decirlo”, porque ya tengo una compañía, me esmero en explicar que para ellos es fácil decirlo también, porque sólo ven lo que hoy brilla, pero no ven el sudor que hay detrás, los fracasos en el trayecto, las remangadas para trabajar más horas de las que cualquiera trabajaría en su sano juicio, las “cuasi renuncias” que tuve en más de una oportunidad cuando todo me parecía un esfuerzo inútil porque el éxito nunca parecía llegar, las peleas familiares por defender mi vocación aunque no tenía por qué hacerlo.
Por lo general, la gente emprendedora vive en un Universo paralelo donde los recursos disponibles no son de suma importancia como para el común de la gente. Eso es, porque saben que aunque los recursos no se ven, están. Entonces, sólo hay que hacer. Tomar acción. Emprender.
Podemos detectar esta gente al instante, sólo por escucharlos hablar y ver el entorno que los rodea. Que es un entorno particular y creado por ellos mismos. Nunca responsabilizan a los demás por sus condiciones actuales y siempre toman decisiones.
En el campo del Arte Escénico, un espíritu emprendedor es doblemente atractivo, porque el brillo del artista se suma a su actitud emprendedora y la fusión se vuelve fascinante.
Lo que a veces me entristece es que no son muchos los que tienen la perseverancia para hacer que ese impulso emprendedor sea de larga duración. Como directora de una compañía que recibe cientos de jóvenes estudiantes de arte escénico por semana, veo ese brillo y ese deseo todo el tiempo, y me encanta.
Entran con fascinación por el escenario, el circo, la danza, el teatro, luego las muestras y los ensayos. Suelen admirar a los profesores por su profesionalismo en el área que estudian y porque ya dedican su vida a ello. Es una energía que no se puede explicar con palabras, yo recibo esto todos los días, vivo de ello, y no lo cambio por nada del mundo.
Lamentablemente, con el pasar del tiempo, o simplemente con el despertar cada día en la rutina y las exigencias de la cotidianidad, esa motivación que hacía que todo pareciera posible, en muchos casos se va apagando.
Estas son algunas de las “razones” que me han sido planteadas textualmente en el camino a la deserción:
- “Es muy complicado vivir de eso en este país”
- “Me encantaría vivir de esto, pero es imposible”
- “Para vos es fácil, ya tenés una compañía” (cómo si la hubiera solicitado por delivery),
- “Mis padres dicen que ya se me va a pasar”
- “Mi familia no me apoya, dicen que me voy a morir de hambre”
- “Mi padre dice que espera algo mejor de mí. Que lo siga haciendo como hobbie”
- “Mis padres dicen que los artistas son todos bohemios”
- “Estoy preocupada, mi hija dice que quiere esto para su futuro porque quiere ser como ustedes. Les pido que hablen con ella y le expliquen que ustedes sí lo pueden hacer porque son profesionales” (Llamada telefónica de una madre desesperada)
Bien, podría seguir infinitamente, pero esto no es un artículo de anécdotas. Lo real es que esto sucede y afecta profundamente el sentido de vocación del futuro artista. Son los menos los que triunfan finalmente por su fuerte determinación, y son los menos todavía los que además cuentan con el apoyo familiar.
El mayor motivo de deserción, en segundo lugar después de la desmotivación y la presión familiar, es la falta de perseverancia. No solo porque lleva años la formación de una disciplina artística si no porque también lleva mucho tiempo e insistencia el éxito en cualquier emprendimiento, en cualquier oficio.
Cuándo me reprochan que “para mi es fácil decirlo”, porque ya tengo una compañía, me esmero en explicar que para ellos es fácil decirlo también, porque sólo ven lo que hoy brilla, pero no ven el sudor que hay detrás, los fracasos en el trayecto, las remangadas para trabajar más horas de las que cualquiera trabajaría en su sano juicio, las “cuasi renuncias” que tuve en más de una oportunidad cuando todo me parecía un esfuerzo inútil porque el éxito nunca parecía llegar, las peleas familiares por defender mi vocación aunque no tenía por qué hacerlo.

Creo
que hay una historia que explicaría mejor este concepto, y me gustaría
compartirla con ustedes. En cada artículo trato de nombrar y hacer que conozcas
a diferentes mentores que tienen sabias lecciones y mucha experiencia para
compartir. Hago un paréntesis para compartirles un fragmento del libro “El
Secreto de mi Éxito” de Álvaro Mendoza (*):
La historia del Bambú Japonés
“Una de las historias que a mí más me gusta, no sé si tú las conoces, es la historia del bambú japonés. Te la voy a comentar un poco.
El bambú japonés, básicamente, si tú no sabes algo de agricultura o de plantas, o lo que sea, es complicado para cultivar; pero si tú quieres conocer algo del bambú japonés, deberías saber que cuando tú siembras una semilla de bambú, durante los primeros siete años ese bambú no crece hacia afuera.
¡Hacia afuera no crece!
Por lo tanto, tú puedes estar regando el bambú todos los días, colocándole los mejores fertilizantes, etc., pero visiblemente, arriba de la tierra, no vas a ver ningún crecimiento, ¡no verás nada!
Sin embargo, durante ese período de siete años, el bambú ha ido creciendo hacia abajo; es decir, fortaleciendo sus raíces, construyendo los cimientos para lo que después va a ser su crecimiento. Resulta que después de siete años, este bambú empieza a crecer. No sé si la cifra es correcta, pero más o menos, crece un metro al día hasta que logra tener un crecimiento de treinta o más metros de altura. Por lo tanto, un ojo que no esté preparado, que no sepa la historia del bambú japonés, dirá: “¡Guau, cómo crece esto de rápido! ¡Está creciendo a razón de un metro al día!”. O por el contrario: “Llevo regando, plantando y fertilizando esta semilla y durante siete años no ha pasado nada. Estoy perdiendo mi tiempo”.
Eso significa que hay dos perspectivas: la gente que lo vio después de siete años, dice: “¡Guau, qué planta tan increíble! ¿Cómo es posible que una planta crezca a razón de metro al día hasta llegar a tener treinta o más metros?”.
Sin embargo, hay otras personas que dirán: “No, esto de sembrar bambús es una pérdida de tiempo. Lo llevo cuidando por uno o dos o tres años y esto no crece; perdí mi tiempo”, y abandonan el intento”
Bueno, lo mismo sucede en la vida, en los negocios y en los emprendimientos.
La verdad es que no hay éxito que no provenga del trabajo. Pero sucede en esas magnitudes cuándo lo que mueve ese esfuerzo es una pasión descontrolada detrás.
Hoy me rodeo de gente que fue perseverante en sus esfuerzos, disciplinada en su estudio, en su vocación, que trabajan en mi equipo y me aportan un valor real de crecimiento. Y la mayoría de ellos, comenzaron como alumnos…
Y con más gente a mi alrededor, que son el ejemplo de que se puede, estoy más enfocada en sumar el valor de la mentoría al espíritu de cada alumno que llega a Circomedia. Hoy mi equipo tiene claro que no alcanza con un buen entrenamiento físico, sino que hay que estar en ese proceso de transformación y acompañarlos para que no desvíen su atención del objetivo, de la meta, del proyecto.
Siempre le digo a quienes trabajan conmigo “no quiero que estés mucho tiempo más en CirComedia”. Y con eso no estoy despidiéndolos ni diciéndoles que su trabajo no rinde. Sólo deseo que la Compañía sea nada más que parte de su trayecto, de su camino a la grandeza, a las grandes ligas, ahí donde se ven crecer los proyectos y se hacen realidad los sueños. Ahí donde uno se enorgullece de haber tenido el Valor de ser Emprendedor.
Por Leticia Mato - Dirección Compañía Circomedia
Contacto directo: leti.mato@gmail.com / Consultas, asesoría, mentoría, formación artística.
(*)Extraído del libro “Los Secretos de Mi Éxito” de Álvaro Mendoza de MercadeoGlobal.com
La historia del Bambú Japonés
“Una de las historias que a mí más me gusta, no sé si tú las conoces, es la historia del bambú japonés. Te la voy a comentar un poco.
El bambú japonés, básicamente, si tú no sabes algo de agricultura o de plantas, o lo que sea, es complicado para cultivar; pero si tú quieres conocer algo del bambú japonés, deberías saber que cuando tú siembras una semilla de bambú, durante los primeros siete años ese bambú no crece hacia afuera.
¡Hacia afuera no crece!
Por lo tanto, tú puedes estar regando el bambú todos los días, colocándole los mejores fertilizantes, etc., pero visiblemente, arriba de la tierra, no vas a ver ningún crecimiento, ¡no verás nada!
Sin embargo, durante ese período de siete años, el bambú ha ido creciendo hacia abajo; es decir, fortaleciendo sus raíces, construyendo los cimientos para lo que después va a ser su crecimiento. Resulta que después de siete años, este bambú empieza a crecer. No sé si la cifra es correcta, pero más o menos, crece un metro al día hasta que logra tener un crecimiento de treinta o más metros de altura. Por lo tanto, un ojo que no esté preparado, que no sepa la historia del bambú japonés, dirá: “¡Guau, cómo crece esto de rápido! ¡Está creciendo a razón de un metro al día!”. O por el contrario: “Llevo regando, plantando y fertilizando esta semilla y durante siete años no ha pasado nada. Estoy perdiendo mi tiempo”.
Eso significa que hay dos perspectivas: la gente que lo vio después de siete años, dice: “¡Guau, qué planta tan increíble! ¿Cómo es posible que una planta crezca a razón de metro al día hasta llegar a tener treinta o más metros?”.
Sin embargo, hay otras personas que dirán: “No, esto de sembrar bambús es una pérdida de tiempo. Lo llevo cuidando por uno o dos o tres años y esto no crece; perdí mi tiempo”, y abandonan el intento”
Bueno, lo mismo sucede en la vida, en los negocios y en los emprendimientos.
La verdad es que no hay éxito que no provenga del trabajo. Pero sucede en esas magnitudes cuándo lo que mueve ese esfuerzo es una pasión descontrolada detrás.
Hoy me rodeo de gente que fue perseverante en sus esfuerzos, disciplinada en su estudio, en su vocación, que trabajan en mi equipo y me aportan un valor real de crecimiento. Y la mayoría de ellos, comenzaron como alumnos…
Y con más gente a mi alrededor, que son el ejemplo de que se puede, estoy más enfocada en sumar el valor de la mentoría al espíritu de cada alumno que llega a Circomedia. Hoy mi equipo tiene claro que no alcanza con un buen entrenamiento físico, sino que hay que estar en ese proceso de transformación y acompañarlos para que no desvíen su atención del objetivo, de la meta, del proyecto.
Siempre le digo a quienes trabajan conmigo “no quiero que estés mucho tiempo más en CirComedia”. Y con eso no estoy despidiéndolos ni diciéndoles que su trabajo no rinde. Sólo deseo que la Compañía sea nada más que parte de su trayecto, de su camino a la grandeza, a las grandes ligas, ahí donde se ven crecer los proyectos y se hacen realidad los sueños. Ahí donde uno se enorgullece de haber tenido el Valor de ser Emprendedor.
Por Leticia Mato - Dirección Compañía Circomedia
Contacto directo: leti.mato@gmail.com / Consultas, asesoría, mentoría, formación artística.
(*)Extraído del libro “Los Secretos de Mi Éxito” de Álvaro Mendoza de MercadeoGlobal.com